Las mujeres somos vehementes, y por eso inconstantes. El hombre es mil veces mejor organizado; ellos esperan. Cuando un ser femenino desea una cosa vive, agoniza, muere por conseguirla. Y en su cabeza no hay otro pensamiento. Cuando lo consiguen vienen casi inmediatamente el hast o y el desencanto. Nosotras somos locas insaciables de ideales, y uno tras otro, sin descanso ni tregua hasta que la vejez pone t rmino al fuego de la imaginaci n y de la fantas a